Bunbury sigue añadiendo discos inesperados a su trayectoria. El viaje a ninguna parte, título homenaje a una novela y película de Fernando Fernán-Gómez, es el disco doble que mañana presenta en A Coruña, un álbum compuesto en sus más recientes viajes por Perú, Marruecos, Argentina, México, Nicaragua…
¿Por qué querías editar ahora un álbum doble?
- Éste es un disco de largo recorrido porque necesita de muchas escuchas. No es para escucharlo entero, por eso lo he divido en dos. Siendo 20 canciones, me parece que necesitaba tener sus paradas, tratar el disco con más calma. El cambio de disco ejerce la función de pausa.
- En este caso, quería un disco que expresara un momento determinado y que, a nivel de producción y de lo que he querido hacer musicalmente, partiera de la imperfección y del músico tocando y sintiendo, con una voz que fuera muy cercana. La interpretación es lo más importante en este disco.
¿Cómo te enfrentas a los viajes que luego dan lugar a tus discos?
- En el viaje hay que intentar evitar cualquier tipo de planificación. La planificación tiene que ser improvisada y, lo más importante de todo, es no tener billete de vuelta. Este tipo de viajes los concibo únicamente como un viaje en soledad. Creo que de este modo se aprovecha más.
¿Cómo fue el método de escritura en estos viajes?
- A Perú sólo me llevé un charango y en Marruecos y Nicaragua iba con la guitarra. No grabé nada. Iba escribiendo las canciones y las guardaba en la memoria, apuntaba en las letras los acordes. No grababa nada hasta que volvía aquí. Luego volqué cantidad de canciones... Había alrededor de noventa para este proyecto.
¿Es el oficio de escribir lo que más te gusta?
- Para mí, normalmente, componer canciones no es fácil; es una lucha contra mis propias incapacidades. Me encantaría estar muchísimo más capacitado musicalmente para poder escribir mucho mejor. Afrontar un disco me resulta muy doloroso, por lo que me cuesta decir las cosas, encontrar las palabras, encontrar la música, la melodía, los acordes que deseas para una canción. Pero en esta ocasión, sin embargo, las canciones salían solas y en muy poco tiempo; hay muchas canciones escritas en diez minutos, muchas. En la mayoría, mientras escribía la letra iba escribiendo la canción. Surgió así. Todas las canciones que no han entrado en El viaje a ninguna parte se van directas a la mierda. No me gusta utilizar canciones que no entraron en los discos. En Flamingos también quedaron muchas canciones fuera y no las he utilizado para éste. Son canciones que no llegaron a donde tenían que llegar.
¿Cómo te has enfrentado en esta ocasión a tu voz?
- Con la voz lo que pasa es que, más que romperla, he intentado interpretar más, no ser tan plano como lo había sido en los discos anteriores y lograr una voz mucho más dinámica, interpretando cada frase, porque hay mucho texto en este álbum. Y para estar contando tantas cosas tienes que estar interpretándolas y tienes que llevar al oyente, si no es mera repetición de estrofas y termina resultando aburrido. Cantar este disco ha sido un trabajo muy bonito, pero el más difícil de cantar de todos los discos que he hecho.
¿Cómo crees que debe ser el compromiso del artista con la realidad?
- Actualmente no entiendo la música sin que haya compromiso. Creo que tiene que haber un compromiso emocional y, por supuesto, que acepto que una canción pueda hablar de lo que ocurre en el momento. A todos nos gustan las canciones que son atemporales y que sirven para cualquier momento de tu historia o de la historia, pero también entiendo la música urgente, entiendo que los músicos tenemos que decir cosas sobre lo que ocurre en el momento siempre que tengamos la necesidad. No es obligatorio que todos lo hagan, pero sí me parece lícito, lógico y necesario, y más en momentos como los que estábamos viviendo hasta hace poco, y que, en cierto modo, seguimos viviendo. Aunque, por lo menos, uno de los mayores problemas ya ha terminado, ya ha pasado...
¿Podemos considerar este disco como un álbum rock?
- El viaje a ninguna parte sí tiene un pulso rockero, aunque lo cierto es que los pasos que está dando el rock no me interesan mucho. Me interesan más las raíces en donde busca el rock más explorador y quedarme directamente con la raíz en sí misma. No me interesa ni siquiera hacer rock bastardo, rock latino... En cierto modo, hasta me gustaría eliminar la palabra rock de lo que hago. Sí, porque yo soy un rockero, pero no lo es necesariamente la música que hago. “Canto” u otras canciones de este disco ni siquiera se puede decir que tengan algún carácter rock, no tienen nada. He ido a pulirlas y a eliminar todo signo de rock. Incluso he huido de la instrumentación rock: muchas canciones del disco no tienen batería y están sustentadas por la percusión.
¿Qué te interesa conseguir con una canción?
- Mi sueño es conseguir hacer alguna canción que se acerque a los estándares de la canción popular. Me interesa lo conciso de la canción popular, de las letras e, incluso, lo conciso de la instrumentación. La sencillez que adquiere una grandeza impresionante, como José Alfredo Jiménez con rancheras de esas que piensas ‘qué fácil es hacer una ranchera así porque, bah, sólo son tres acordes y un tipo rimando más o menos sencillo’. Pero, cuando te metes a intentar hacer una ranchera, a darle la profundidad del estándar de música popular, me parece tremendamente difícil. Es algo en lo que llevo investigando desde hace un tiempo, desde Pequeño, pero todavía no he llegado al grado que quiero adquirir. En todo caso, me parece que “Canto” es una de esas canciones que puede estar cerca de ese modelo.
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